Si analizamos la demografía del sector rural descubrimos que “el campo está envejeciendo” y que la producción no se incrementa lo suficiente para que los campesinos dejen de estar en la pobreza. El campo envejece porque no es atractivo para los jóvenes seguir el mismo camino de sus padres que los conduce a la pobreza.
Es urgente modificar las formas de producción en el sector rural para lograr al mismo tiempo incrementar la cantidad producida y el valor de la misma y por otra parte diversificar la producción agropecuaria para autoconsumo y así mejorar la alimentación de las familias campesinas y también incrementar su ingreso vendiendo los excedentes en mercados locales y regionales.
Es decir, no se trata solamente de elevar la producción de maíz en las parcelas menores de 5 hectáreas, además se puede producir frijol, calabazas y otras hortalizas y frutales o tal vez leche y sus derivados, en la misma parcela. Para ello se necesita algo adicional a la tecnología tradicional. Y es importante recalcar que no es “en lugar” sino de “complementar a” la tecnología tradicional. Es decir, se trata de mejorar la calidad de vida de los habitantes del campo, conservando y aplicando los conocimientos tradicionales y utilizando al mismo tiempo nuevas tecnologías para volver atractivo el sector rural para los jóvenes que hoy lo abandonan en busca de mejores oportunidades y de mejor nivel de vida.
Las necesidades de investigación científica y tecnológica para el sector agropecuario incluyen temas tales como semillas, suelos, agua, clima, fertilizantes y micronutrientes, control de plagas, metodologías de cultivo, formas y tiempos de cosecha, almacenaje, transporte, procesamiento y producción de derivados, incluyendo los productos de mayor valor agregado, etc.
Los riesgos de no realizar investigación, desarrollo e innovación van desde quedar fuera del mercado por precios, calidad o tipo de productos, hasta perder las cosechas por plagas o enfermedades, y al final de cuentas tener que comprar productos y tecnología con precios que incluyen costosas regalías por investigación y conocimientos creados en otros países y el abandono del campo por parte de las nuevas generaciones con el costo social y económico que ello implica, incluyendo el mayor riesgo para un país: quedarse sin comida y depender de los alimentos importados.
El proceso de investigación y desarrollo para producir conocimiento científico, transformarlo en tecnologías y aplicarlas en las innovaciones (ICyTI), requiere de varios actores incluyendo universidades y/o centros de investigación científica que realizarán la ICyTI y su transferencia hacia el campo. Se requieren también instituciones financieras que aporten los créditos para construir la infraestructura y para comprar los equipos requeridos, además de financiar la operación. Adicionalmente el sector público proporciona el marco legal y parte de los recursos financieros requeridos. Y el sector productivo (privado o ejidal) aporta recursos humanos y financieros para las operaciones.
Todo lo anterior se puede aglutinar en uno o varios “Parques Científicos y Tecnológicos” (PCyT) en los cuales se puedan instalar diversos centros de investigación especializada por temas, los cuales producirán conocimientos e innovaciones aplicables en el campo, particularmente en las pequeñas parcelas. Este modelo de trabajo en PCyT ha sido puesto en práctica en muchos países y en varios estados de nuestro país. Un ejemplo importante es el PCyT de Mérida, Yuc., que puede servir de modelo para generar y poner en práctica la tecnología que se requiere para impulsar el desarrollo rural de México.
En varias ceremonias de entrega de doctorados y maestrías a las cuales he asistido, se llamaba la atención acerca del destino de muchas de las investigaciones realizadas: la biblioteca de la universidad y/o el archivo, sin aplicaciones en la vida diaria de los campesinos, haciendo énfasis en el desperdicio de recursos humanos y económicos por no establecer las conexiones entre el mundo de los investigadores científicos y el mundo de los productores rurales, es decir, hace falta “aterrizar” la investigación científica para llevar al campo esos conocimientos para beneficio de los productores agropecuarios y de todos los mexicanos.
Autor: Rodrigo Diez de Sollano
Twitter: @DeSollano