En diversos lugares hemos oído hablar acerca del leve aleteo de una mariposa que provoca pequeños cambios en el ambiente que la rodea y esos cambios a su vez ponen en marcha una reacción en cadena que a lo largo de miles o tal vez millones de años causan efectos catastróficos.
¿Podríamos imaginar algo similar aplicado al “Coronavirus? Sería un relato de ciencia ficción en el que hace millones de años una especie de planta primitiva servía de refugio de ese virus y a su vez la planta fue utilizada como alimento por una variedad de murciélago, el cual miles de años más adelante empezó a ser utilizado como alimento de los seres humanos, los cuales se hicieron susceptibles a la enfermedad COVID-19 provocada por el Coronavirus…
En cierto momento de esa historia de millones de años interviene el ser humano y la cadena de trasmisión del virus ya no requiere de los murciélagos, pasando ahora de un ser humano a otro por medio de partículas de saliva o de secreciones nasales, siendo fácilmente trasmisible de una persona a otra.
Y esta historia desemboca hoy en una pandemia que afecta a toda la humanidad con grandes impactos sobre la salud, la economía y la política que podríamos catalogar como un estado de “shock” (haciendo una analogía con lo planteado por Naomi Klein en su libro la Doctrina del Shock). Este estado de “shock” en diversos niveles en cada país, abre oportunidades de actuaciones inéditas a los gobiernos nacionales y locales para aplicar medidas coercitivas que en otras circunstancias no serían aceptables para los ciudadanos, con el objeto de proteger la salud y la vida de toda la población.
Por ejemplo: la vigilancia por parte del Estado de los movimientos de cada persona para reducir las posibilidades de contagio, utilizando para ello el localizador de su teléfono celular (por medio de Google, Facebook, etc.) En tiempos “normales” esto sería inaceptable para la mayoría de los ciudadanos, (podría ser calificado de un Estado policiaco), pero en tiempos de pandemia (de “shock”) la medida es aceptada sin grandes resistencias, sin considerar que también podría convertirse en aceptable al regresar a la “normalidad”, que ya sería una “nueva normalidad” (una especie de “regreso al futuro”).
La participación de las fuerzas armadas en tareas de policía en la vida diaria en circunstancias de violencia extrema, puede ser aceptable para la mayoría de la población (en estado de “shock)”, pero una vez controlada esa situación, su presencia en la vigilancia policiaca podría continuar como algo ya aceptado para ser parte de la “nueva normalidad”, no necesariamente aceptada por la mayoría de los ciudadanos.
La emergencia de la pandemia por COVID-19 requiere de medidas extremas para controlar el contagio tales como la “Sana Distancia” y “Quédate en Casa”, pero esto trae consecuencias no deseables (daños colaterales) tales como el cierre de empresas, la pérdida de fuentes de empleo y la falta de ingresos, dejando a muchas familias en la pobreza o en la extrema pobreza. Entonces se vuelve urgente tener otros ingresos que permitan proporcionar por lo menos el mínimo indispensable para la supervivencia de cada persona y cada familia.
Es así como gobiernos de varios países emanados de diversas tendencias políticas, han puesto en marcha programas de apoyo económico tales como seguros de desempleo o estudian la creación de un “Ingreso Básico Universal” (IBU) que proporcionaría a todos los ciudadanos los recursos indispensables para poder vivir, por el solo hecho de ser ciudadano de ese país, independientemente de su condición socioeconómica, con el efecto agregado de inyectar recursos para revitalizar la economía del país.
En las circunstancias actuales la idea de crear un IBU ha sido acariciada por gobiernos de izquierda y derecha y también por organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) a tal grado que podrían aprobarse créditos internacionales para ponerlo en práctica. Al regresar a la “nueva normalidad” el IBU (y la deuda externa) podrían seguir operando al volverse parte de la “normalidad” de ese país.
Lo anterior pudiera tener un efecto similar al que tuvo el New Deal del Presidente Roosevelt en los Estados Unidos después de la Gran Recesión en la década de los 30s del siglo XX o la reconstrucción de Europa Occidental después de la II Guerra Mundial con el Plan Marshall, como disparador de la actividad económica y de la participación de la sociedad civil en la nueva gobernanza democrática.
Por otra parte, el actual estado de “shock” de la economía podría justificar temporalmente el uso de combustibles fósiles para reactivarla, argumentando que el “petróleo es nuestro”, pero sin considerar la contaminación del medio ambiente por su extracción y por su uso, ni tampoco la tendencia mundial para sustituir el petróleo por energías de fuentes renovables más económicas, que en pocos años dejarán obsoleto el uso de los fósiles, pasando las energías renovables a ser parte de la “nueva normalidad”.
Estas son solamente algunos de los finales posibles de aquella larga historia de ficción de millones de años acerca del “efecto mariposa” del COVID-19, y dependerá de nosotros cual o cuales se vuelvan realidad…
Autor: Rodrigo Diez de Sollano
Twitter: @DeSollano
Fuentes de Información:
Klein Naomi-La Doctrina del Shock-Planeta 2007
Zizej Slavoj-Pandemia-Kindle 2020