La pandemia de COVID-19 ha tenido además de los graves efectos en la salud pública, otros impactos colaterales muy importantes en la economía y en la vida social de prácticamente todos los habitantes del planeta al reducirse o incluso detenerse las actividades económicas y sociales.
Solamente en calidad de ejemplos podríamos mencionar la paralización del turismo nacional e internacional, la acelerada digitalización de muchos procesos administrativos de los gobiernos nacionales y locales, la cancelación de las clases presenciales en las instituciones de educativas y su sustitución por sesiones virtuales y por la escuela en casa. También el uso de las macro bases de datos (“big data”) para detectar los movimientos de los habitantes en un país, en una región o una ciudad para utilizar esa información en la predicción del contagio de la pandemia de COVID-19 y el posible uso de dicha información para control social al reducirse la privacidad en esta situación de emergencia.
Otros efectos colaterales de esta pandemia incluyen:
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Cierre temporal o definitivo de muchas empresas.
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Desempleo temporal o definitivo de millones de personas.
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Transferencia del trabajo presencial en la oficina hacia trabajo de “oficina en casa” (“home-office”).
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Modificación de los horarios de trabajo en casa (generalmente se incrementan las horas de trabajo de las mujeres).
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Sustitución de procesos presenciales en las empresas (realizados por personas), hacia procesos digitalizados gobernados a distancia ya sea por personas o por computadoras con Inteligencia Artificial (IA).
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Salida de capitales hacia inversiones y países que ofrezcan más seguridad
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Recesión económica.
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Millones de personas con depresión.
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Incremento de la violencia intrafamiliar.
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¿Tendremos que agregar el incremento de la violencia social?
Ante estos efectos colaterales se hace necesaria una serie de acciones multidisciplinarias conjuntas del gobierno y de la sociedad civil para contrarrestar los impactos negativos de la pandemia, cuidando de mantener un balance muy preciso entre el control sanitario del COVID-19 y los impactos sociales y económicos de las medidas de “sana distancia” y “quédate en casa”.
Obviamente no hay un manual de operación que nos oriente acerca de qué y cómo debemos actuar, pero a nivel de sugerencias van algunas ideas ahora que ante la presión social, los gobiernos están autorizando la paulatina apertura de las actividades económicas y sociales:
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Respecto al cierre de empresas se requieren apoyos
inmediatos a las fuentes de empleo para que puedan hacer frente a sus compromisos económicos incluyendo: nóminas, cuotas del IMSS, impuestos, proveedores, créditos, etc. Los apoyos pueden incluir una mezcla de créditos a largo plazo, con períodos de gracia para algunos de los pagos y/o con subsidios en ciertos ramos de la economía.
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Los apoyos anteriores podrían ser priorizados para las empresas que no despidan, ni tampoco “descansen” a su personal (que para efectos reales equivale a un despido).
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El trabajo en casa es un arma de doble filo, por una parte permite realizar las tareas requeridas sin moverse de la casa, sin gastar muchas horas en transporte y también reduciendo los riesgos de contagio. Pero por otra parte invade la vida privada sin respetar horarios, ni los espacios y las ocupaciones de la familia. Por ello se hace necesaria una cuidadosa planeación de tareas y horarios sin exceder las horas hábiles a trabajar por día, ni trabajar en días inhábiles.
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Por lo que se refiere a las tareas del hogar, cada núcleo familiar requiere de un acuerdo intrafamiliar para repartir equitativamente los trabajos a realizar y para no cargar el peso de las tareas a la madre-jefa de familia. Esto se dice fácil, pero implica el desarrollo de actitudes (particularmente de los hombres de la familia) que necesitará la ayuda de miles de profesionales de la salud mental y el apoyo tanto de los tres órdenes de gobierno como del sector privado. Otras tareas para estos profesionales incluyen el tratamiento de la depresión y de la violencia intrafamiliar.
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Con y sin COVID-19, la sustitución de personal por procesos digitalizados, (incluyendo o sin incluir el uso de Inteligencia Artificial), está generando una ola de despidos de personal a nivel mundial que poco a poco se hace presente en México. Es muy importante que aun cuando no se perciba como urgente este tema, vayamos preparando el camino que tarde o temprano tendremos que recorrer. Podemos aprovechar la obligada digitalización por el COVID-19 y el trabajo de la “oficina en casa” para facilitar el acceso a nuevos empleos y a nuevos conocimientos y el desarrollo de nuevas aptitudes. Urge que el sector educativo tome la batuta en esta gran tarea.
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Una de las alternativas que se pueden explorar es la creación del Ingreso Básico Universal (IBU) que tendría varios impactos: serviría de “malla de protección” ante la falta de otros ingresos, apoyaría la creación de micro y pequeñas empresas e impulsaría la reactivación económica al introducir cantidades muy importantes de recursos al flujo de la economía.
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La salida de capitales significa en buena parte la falta de confianza de los inversionistas en el futuro de nuestro país. La generación de confianza es tarea conjunta de gobierno y sector privado, en la que cada frase y cada acción suma o resta en el saldo de confianza que al final se refleja en el crecimiento o la recesión de nuestra economía y en la creación o desaparición de fuentes de empleo.
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Finalmente, la violencia social está más cerca de lo que pensamos y su prevención necesita de la participación de todos(as), empezando por la sociedad civil al sancionar socialmente a quienes trasmitan mensajes en las redes que inciten a la violencia. Y no retransmitiendo a través de las redes este tipo de mensajes violentos, por el contrario dando paso a mensajes que fomentan la paz.
Los organismos empresariales, los sindicatos, las iglesias, etc. pueden adoptar una forma de actuar y un lenguaje que valoren la paz y pongan en práctica los métodos pacíficos para resolver las controversias.
Por su parte el sector gubernamental además del discurso promoviendo la paz puede y debe actuar dando prioridad y respetando los Derechos Humanos. Y es muy importante que se desactiven las medidas extremas que se hayan aplicado durante la pandemia y que amenazan la libertad de las personas.
De todos(as) depende que la violencia social NO se incluya entre los efectos colaterales del COVID-19…
Autor: Rodrigo Diez de Sollano
Twitter: @DeSollano