Vamos en el tren de Santiago de Compostela a Bilbao después
de haber vivido la experiencia de recorrer 210 km por el “Camino de Santiago”.
Estamos viendo el mismo paisaje que recorrimos hace unos días, pero con otra
perspectiva porque la velocidad de paso por una zona montañosa o a través de un
pequeño pueblo es fundamental para definir los sentimientos que surgen. No es
lo mismo caminar a aproximadamente 5 km a través de un bosque de castaños o de
robles observando cada detalle de la vereda, cada castaña tirada en el camino,
cada árbol con hojas que van del verde al amarillo, al ocre o al rojo, cada
telaraña que atraviesa el espacio por el que caminas, haciendo un gran esfuerzo
para superar la pendiente de subida o resistir la bajada, que ir sentado
cómodamente en el tren a más 100 km/hr viendo pasar los árboles a gran
velocidad. La profundidad del impacto en el espíritu del viajero es totalmente distinta.
Recorrimos una parte el llamado “Camino Francés de Santiago”
porque éste inicia en Francia y cruza hacia España en Roncesvalles atraviesa el
País Vasco, La Rioja, Castilla y León, para llegar finalmente a Galicia, y
finalmente a Santiago de Compostela. Nuestro inicio fue en Ponferrada, habiendo
recorrido previamente en automóvil desde Barcelona, hasta Logroño, Burgos y
León.
Al principio el “Camino” transcurre por pequeñas colinas
cubiertas de viñedos con paisajes de colores amarillos y ocres y árboles con
hojas amarillas y rojas. En etapas posteriores el recorrido se hace cada vez
más difícil al crecer la pendiente de la vereda que nos lleva hasta pequeñas
aldeas en las montañas. Es aquí donde se prueba la firmeza de ánimo y la
decisión del peregrino de continuar paso a paso hasta el final. Hay momentos en
los cuales quisiéramos tirar la mochila y pedir auxilio para que nos lleven hasta
el siguiente pueblo o incluso al final de la ruta. Pero la decisión de
continuar se impone y cada quien va reflexionando en las cosas materiales que
realmente nos son útiles y las experiencias que venimos cargando en este
“Camino” y en el camino de la vida. Las mojoneras que indican el “Camino”
también sirven para dejar de recuerdo alguna piedra que significa algo que
queremos dejar atrás y superarlo para siempre…
La recompensa de cada etapa terminada es llegar a comer una
rica cena, descansar en un lugar acogedor y compartir la plática con compañeros
de viaje de todo el mundo: Australia, Polonia, Hawaii, Francia, Suecia, Corea,
Japón, Italia, Austria, etc.
Las últimas etapas las hacemos con nuevos ánimos al saber
que la meta ya está cercana, pero el cansancio de el “Camino” se va acumulando,
así como las ampollas en los pies y el dolor en todas partes del cuerpo que
hace la marcha cada vez más lenta y difícil. ¡La cercanía de Santiago de
Compostela nos anima y al mismo tiempo los últimos kilómetros nos desesperan
porque ya deseamos tener a la vista la catedral de Santiago!
Finalmente entramos al casco viejo de la ciudad de Santiago
de Compostela y caminamos por el pequeño laberinto de calles estrechas hasta
llegar finalmente a la Plaza del Obradoiro al frente de la catedral de Santiago,
con grande emoción entramos agradeciendo la oportunidad de habernos encontrado con
el Creador y con nosotros mismos en los largos ratos de silencio y también de
pláticas a lo largo de este “Camino” y prometiéndonos volver a vivir esta
experiencia…
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