Lo primero que se nos ocurre es regresar a los métodos del antiguo oeste o de la revolución mexicana: todos armados para defendernos de los posibles agresores o en su caso, para atacar si las circunstancias lo ameritan. En estos casos funcionaría la Ley del Talión, “ojo por ojo y diente por diente” Y como dijo Gandhi: “acabaríamos todos ciegos y sin dientes”
Frente a agresiones como un asalto, la primera reacción es visceral, de miedo por la amenaza con las armas y de rabia por el abuso que implica este hecho. La petición de perseguir a los maleantes, de meterlos a la cárcel y que con esto se haga justicia, suena lógica. ¿Pero, qué clase de justicia? Se pregunta Kumamoto y él mismo contesta: no tanto hacer justicia por medio de la cárcel, como crear la justicia de oportunidades de estudio y trabajo para los jóvenes. En lugar de la desesperanza ante el delito, abrir la posibilidad de la esperanza de una vida con alternativas para desarrollarse.
Imaginemos por un momento que los jóvenes que lo asaltaron, en lugar de salir de su casa buscando a quien robar, tuvieran un trabajo estable y con ingresos adecuados en una pequeña empresa que ellos mismos crearon. No serían delincuentes, ahora son emprendedores que se auto-emplean y dan empleo a otros jóvenes.
¿Pero, cómo crear esas empresas? Nuevamente aparece el concepto de economía para la paz creando oportunidades de trabajo por medio del autoempleo en pequeñas y medianas empresas. El fondeo colectivo (crowdfunding) es una de las formas disponibles para capitalizar proyectos de emprendedores con buenas ideas de negocios, pero que no tienen suficiente dinero para ponerlas en marcha.
Se necesita el apoyo general de la sociedad civil para que cada persona aportante arriesgue una pequeña cantidad de dinero que sumada a las aportaciones de muchas otras personas, permitan acumular el capital necesario para crear una determinada empresa.
Cada delito cometido por jóvenes es un golpe a la esperanza de una vida pacífica y productiva, que al mismo tiempo aviva los miedos y los odios enterrados en lo profundo de la historia de cada persona, como las brasas de un fuego antiguo que el tiempo no ha podido apagar. El rechazo a la inmigración, la discriminación, el temor a lo diferente, la incertidumbre frente al futuro y la falta de oportunidades, provocan actitudes y acciones violentas en personas que aparentemente eran pacíficas.
Por ello es urgente reforzar el trabajo por la paz, creando oportunidades de empleo y educando a todas las personas en la tolerancia y en la convivencia pacífica, no sólo a los directamente afectados.
Y que con esto reviva la esperanza…
Autor: Rodrigo Diez de Sollano
Twitter: @DeSollano
Fuentes de Información
Am noticias, Radio Fórmula, Tweet P. Kumamoto
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